EL EVANGELIO DE JESUCRISTO,
HIJO DE DIOS
Marcos 14,12a.22-25
“Tomad, esto es mi cuerpo. Bebed, esta es mi sangre.”
Estas palabras de Jesús convierten el hecho de su muerte en un suceso de amor: su entrega por los suyos, por todos los hombres, por el mundo, con un amor sin medida. ◙ Este es el sentido que Jesús le da a su muerte: no es que quiera morir, sino que sabe que ha de morir para que los hombres comprendan que sólo desde el amor hay futuro. ◙ La institución de la Eucaristía muestra cómo aquella muerte, de por sí violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un supremo acto de amor y de liberación definitiva del mal para la humanidad. ◙ La Eucaristía, pues, es el sacramento que nos une a ese misterio de la vida de Cristo, de Dios mismo, que nos la entrega a nosotros. ◙ La participación en el mismo Cuerpo y Sangre nos hermana a todos, nos iguala, y debería romper todo tipo de barreras económicas, sociales o culturales. ◙ Esta "comensalía abierta" de Jesús, es decir, el hecho de que comían con él todo tipo de gentes: pecadores, personas marginadas (que eran muchas en su tiempo) y personas de bien como eran sus amigos, esta mesa grande y abierta, urge ahora en nuestro mundo. ◙ Es necesario encontrar en la participación eucarística la apertura a todos, la solidaridad comprometida. Celebrar la memoria de Jesús no es un recuerdo neutro, sino una presencia que urge a caminar ante el mundo dando un testimonio de esperanza firme, de comunión auténtica, de solidaridad gozosa y generosa. ◙ Los que participamos de un mismo Pan y de un mismo destino debemos ser un signo creíble para nuestro mundo tan dividido por intereses tan complejos y poco solidarios.
En el pan y en el vino está todo Jesús donándose en comunión de vida para todos.