EL EVANGELIO DE JESUCRISTO,
HIJO DE DIOS
Marcos 10,13-16
“Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en Él.”
En el evangelio, el niño es imagen de quien no cuenta, el último de todos. Por eso, que Jesús esté a favor de los niños, tiene una resonancia capital: el niño no es insignificante, ¡es una persona! Y delante de Dios tiene un valor infinito. ◙ Jesús, al abrazar a los niños, se identifica con ellos, "los últimos", y deja claro que el reino de Dios es solo para quien está dispuesto a "ser niño", es decir, a colocarse voluntariamente en el último lugar, como él mismo. ◙ ¡Cuando se acaricia a un niño (a un último), cuando se besa a un niño (a un último), cuando se defiende a los niños (a los últimos), se continúa una actitud profunda de Jesús! Para Jesús nadie es insignificante: el más pequeño, el más débil, el más indefenso, es el más sagrado. ◙ Además, el niño no solo es capaz de una verdadera relación con Dios, sino que, en esto, lo pone como ejemplo a los adultos. ◙ Jesús no exhorta a ningún infantilismo, ni a la nostalgia de la inocencia y del frescor puro de nuestros años jóvenes... Jesús invita a ponernos en relación con Dios en una total "dependencia" de El: el niño es aquí el símbolo de la disponibilidad, de la dependencia, de la obediencia. ◙ El niño no calcula, se da todo él, de una pieza, sin discutir, sin hacer comentarios... mientras que el adulto tiende a perderse en el análisis complicado de sus razonamientos. ◙ El niño dado como ejemplo a los adultos es el que se echa en brazos de su madre ¡y que confía plenamente en ella... para todo! ◙ El niño no puede vivir si no es amado; vive de este amor; depende vitalmente de este amor. Es para él una cuestión de vida o muerte. Pues bien, Jesús nos dice: sed así ante vuestro Padre del cielo.
Querer recibir el amor de Dios y darle amor, es la puerta de su Reino.